viernes, 13 de julio de 2012

Guanajuato, México. Capítulo 4. La boda

– Ya hable con papá, Emmanuel.
– ¿Y qué te dijo?
– Que quiere conocerte, quiere darte el visto bueno.
– Pues… tú dices cuándo.
Carmen estaba feliz, su papá había aceptado conocer a Emmanuel después de varias semanas de un estira y afloja. Por otra parte Aristeo no había tomado con buena actitud la nueva vida que Carmen estaba por comenzar, sin embargo ella había logrado convencerlo que él no dejaría de ver a los niños, con lo cual logró que Aristeo no se interpusiera o quisiera realizar alguna acción.
– Buenas noches señor.
– Buenas noches –dijo don Julio segundos después, había dejado a Emmanuel con la mano extendida y con un la respiración sostenida de Carmen y doña Gertrudis.
– Eh, señor, quisiera comentarle que Carmen y yo hemos decidido comenzar una vida juntos –comentó el novio momentos después de terminar de cenar, había sido una cena muy tensa, Carmen era un manojo de nervios,  y Gertrudis estaba también tensa, a la que no parecía importarle lo que estaba sucediendo era a Marcela, ella estaba encantada con los niños, era muy amorosa con ellos y los cuidaba con esmero.
– ¿Y piensas cagar con todo el paquete? –contestó don Julio con un tono de desprecio.
– ¡Julio por favor!
– ¡Papá!
– Claro señor, Carmen y yo pensamos casarnos y obvia decir que Natalia y Alejandro vivirán con nosotros.
– Mmm, pues que les puedo decir, no estoy contento con esto, pero si es la decisión de Carmen, yo la respetaré.
– Gracias señor, agradezco su confianza.
– Gracias papá.

Carmen tenía el consentimiento de su papá, había logrado derribar ese obstáculo, y ahora comenzarían los trámites para el matrimonio solo por el civil, ya que con Aristeo se había casado por la iglesia. Pero iba a enfrentar un obstáculo más.
– Carmen, es tiempo que conozcas a mi familia, pero necesitamos viajar a San Luis.
– Claro mi amor, pero sólo dime cuando para pedir permiso en el trabajo.
– La próxima semana.
Y así fue, una semana después, Carmen viajaba a San Luis con Emmanuel para conocer a su futura suegra y a sus futuras cuñadas.
– Buenas noches
– Buenas noches –contestó una señora alta, de pelo castaño, con un collar de perlas y un vestido color blanco, era la mamá de Emmanuel, Carmen estaba muy nerviosa, el solo llegar a casa de su amado le había producido un revoloteo en el estómago, la casa era inmensa, y la familia de Emmanuel era de una posición estable, tenían una serie de establecimientos donde además de café, hacían su propio pan, por lo cual vivían desahogadamente.
– Adelante –dijo Emmanuel y Carmen entró a la casa.
– Ay hijo, pero qué ropa traes, mira nada más que fachas.
– Ya mamá por favor –dijo apenado el novio.
– Y bueno, a quién tenemos aquí – se oyó de pronto una voz, era Adelaida, la hermana mayor de Emmanuel, una mujer de cabello castaño, de lentes y altiva.
– Es mi novia Adelaida, ha venido a conocer a la familia.
– Ah, y cuéntame, ¿de dónde eres? –intervino la otra hermana, Isabel, una mujer trigueña, de nariz prominente, ojos pequeños, pero con una voz fuerte que termino por asustar a la novia.
– Soy de Guanajuato –contestó tímidamente.
– Entonces debes de conocer a los Lascurain, son muy conocidos en nuestro ambiente, digo… porque supongo que te la conseguiste de nuestra alcurnia Emmanuel.
– Ya vas a comenzar Adelaida.
– Ja ja, claro que no, es una broma –Carmen solo hizo una risa tímida, habían logrado intimidarla con esa pregunta que hizo la hermana mayor.

La cena transcurrió de forma calmada, aunque Carmen de vez en cuando retorcía la servilleta que se encontraba en su regazo, sobre todo cuando era blanco de las preguntas soeces de las hermanas de Emmanuel; además por poco cometía una indiscreción al no recordar cuál era el cubierto que debía utilizar, aunque rápidamente recordó lo que había leído en un libro saliendo airosa de lo que las hermanas estaban esperando, atentas a cualquier equivocación que cometiera.
– Bueno hijo, a lo que has venido, ¿qué era eso tan importante que tenías que decirme y que no podías decírmelo por teléfono?, ¿te hace falta dinero?
– No mamá, bien sabes que nunca he necesitado de tu dinero, bueno, casi nunca, pero… la razón por la que  hemos venido, es para anunciarles que dentro de dos meses nos casamos.
– ¡Dos meses! –la señora abrió los ojos antes la noticia –pero… ¿porqué tan pronto? ¿estás embarazada? –dirigió una mirada indescifrable hacia Carmen.
– No mamá, no está embarazada, simplemente que no hay mucho que celebrar, nos casaremos y ya.
– ¡¿Mucho que celebrar?!, eres el primero que se casa hermano, ¿cómo que no hay mucho que celebrar, hay que llamar a Ricardo.
– Mi hermano está en el extranjero y no creo que venga.
– Bueno, ¡Basta!, me vas a decir por qué tan pronto, hay mucho que celebrar, la iglesia, el civil…
– De hecho mamá, no va a haber iglesia, Carmen es divorciada –al oír esto tanto la mamá como las hermanas quedaron absortas, solo después de unos segundos que para Carmen fueron eternos, la mamá logró decir unas palabras.
– Pues desde ahora te lo digo, si decides casarte, olvídate que tienes familia, ¡Olvídate que existo!, ¡NUNCA PERMITIRÉ QUE UN HIJO MÍO MANCHE NUESTRA REPUTACIÓN!
– Sabía que así ibas a reaccionar, justo así, es por eso que cuando llegué mandé a pedir al mayordomo que ponga todas mis cosas en el auto, porque no pienso volver.
– Emmanuel, cómo le puedes provocar un disgusto así a mamá –dijo Isabel y se acercó a su madre quien ya estaba llorando.
– Ay por favor, mamá siempre con sus tontas costumbres.
– ¡LÁRGATE, no quiero verte, ni a esa!
– Vámonos Carmen –dijo Emmanuel y tomó a una Carmen impávida quién observaba la escena sin poder entender a dónde se había metido –adiós mamá.
Emmanuel y Carmen salieron de la casa de doña Eduviges, dejando a la señora hecha un mar de lágrimas y con sus dos ácidas hijas absortas a lo que había ocurrido.

– Lamento tanto lo que ha ocurrido Emmanuel, sé que esto es muy duro para ti y más para mí, por mi culpa te has enfrentado a tu familia.
– No llores Carmen, la verdad es que aunque me duela reconocerlo, mamá y mis hermanas siempre fueron así, al crecer en un medio diferente al tuyo, para ellas es muy importante la posición y lo que digan los demás, yo, la verdad soy más humano que ellas, a mi no me importan esas cosas, para mí, el dinero solo te da lujos pero no compra la felicidad, y yo sé que tú eres mi felicidad.
– Ay Emmanuel, que feliz me haces al decirme eso. Te amo.
– Y yo a ti, mañana mismo regresamos a Guanajuato.

Dos meses bastaron para que Emmanuel, consiguiera una casa, la amueblaran y  esperaran el día de la boda. Aunque Carmen casi no quería hablar de ello, en la cara de Emmanuel se notaba tristeza por lo que había ocurrido con su mamá y sus hermanas.
– Hija, Emmanuel ha cambiado en este tiempo, lo veo más triste, es por lo de su familia ¿cierto?
– Si mamá, me da pena, sé que es por mi culpa, pero él me ha pedido que no haga nada.
– ¿Y qué puedes hacer tú?
– Hablar con su familia
– ¿Y qué solucionarías?, bien me dijiste que la mamá no quiso saber nada de él ni de ti.
– Ay mamá me siento tan acongojada.
– Lo sé mijita, pero déjalo así, disfruta tu felicidad que regresó a ti de nuevo.
– Gracias mamá.

Llegó el día de la boda por el civil, todos se encontraban en la oficialía, de pronto, todos se llevaron una sorpresa en especial los novios cuando vieron llegar a Adelaida e Isabel.
– Hermano, hemos venido por petición de mamá, no ha querido que te dejáramos solo en este día, este día que sabemos es importante para ti –dijo Isabel.
– Gracias, se los agradezco en el alma.
– Y bueno, a felicitar a la novia –dijo Adelaida, pero al acercarse a Carmen soltó una advertencia –No sabes lo que te espera maldita…

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