Guanajuato, México. Capítulo 3. Un nuevo comienzo
Los años pasaron, Natalia y Alejandro crecieron, Aristeo continuó en Monterrey trabajando y los niños lo visitaban cada seis meses, se quedaban por dos semanas y regresaban llenos de juguetes y ropa, Aristeo al poco tiempo terminó con Karen e infructuosamente trató regresar con Carmen, quien se encontraba muy dolida por el fracaso de su matrimonio. Además que soportaba los insistentes reproches de su papá, recordándole que ella había tenido la culpa.
Carmen logró terminar sus estudios y ahora trabajaba en una empresa de alimentos, en la cual estaba a cargo del la supervisión del área de calidad.
– Licenciada Méndez, ya está listo el reporte de producción mensual.
– Gracias Tania, por favor comuníqueme al área de recursos humanos.
– Claro.
– ¿Quién habla?, buen día Joana, necesito que me indiquen qué pasó con el proceso de selección de las tres personas que pedí, eso hace dos semanas y no he recibido respuesta.
– Lo sé licenciada Méndez pero ya tenemos al personal, sólo es cuestión que nos dé su visto bueno, lo que pasa es que hemos retardado todos los procesos por la falta del gerente de RH, pero afortunadamente también ya está por comenzar a trabajar con nosotros.
– Qué bueno, pronto supongo que nos lo presentarán, entonces me puedes mandar su currículo y para cuando los puedo entrevistar, por mí puede ser el día de hoy, me urge.
– Claro licenciada.
Dos horas después todos los gerentes y supervisores fueron llamados a junta.
– Buen día señores, les informó que la vacante de recursos humanos ya fue ocupada por el señor Emmanuel López –dijo el director de la empresa.
– Buen día a todos –dijo Emmanuel, un hombre de 1.75 de estatura, blanco, con ojos grandes, cabello rubio y de labios pequeños. Caminaba de una manera chistosa que hacía que Carmen se riera cuando lo veía, gesto que fue confundido posteriormente.
No se vieron más, durante tres días cada quien siguió en sus labores, hasta el día en que coincidieron en la comida.
– Hola, tu eres la supervisora de…
– De producción, Carmen – dijo, y extendió su mano.
– Emmanuel, ¿vas a comer?
– Si, ¿tú también?
– Así es, quieres acompañarme.
– Claro – dijo Carmen y salieron de la empresa, subieron al carro de Emmanuel y se fueron a un restaurante.
– Y dime… ¿tienes mucho trabajando en la empresa?
– No, seis meses.
– Vaya, no tenemos mucho, ¿y cómo te va?
– La verdad es que tengo que esforzarme por sacar adelante a mis hijos.
– ¿E…estas casada? –dijo Emmanuel, quien parecía sorprendido.
– Divorciada, hace años me casé pero me divorcié al poco tiempo y tengo dos hijos.
– Ah, y cuéntame, es difícil lo que haces en el trabajo – Emmanuel cambió rápido el tema, el parecer lo que había escuchado no le agradó.
– Si, un poco… –la plática siguió durante toda la comida. Hasta que Carmen se encontraba en su casa se dio cuenta que Emmanuel estaba interesado en ella, pero al mencionarle a sus hijos y su divorcio había logrado espantarlo «bueno, allá él, a fin de cuentas no me gusta» pensó.
Pasaron los días y las semanas, el trabajo absorbió a Carmen por completo, con los nuevos ingresos y su capacitación se olvidó por completo de Emmanuel, hasta que un día recibió una llamada a su celular con un número que no conocía.
– ¿Diga?
– Carmen, hola, buen día, habla Emmanuel, ¿cómo estás?
– ¡Bien! ¿Y tú? – Carmen se mostraba sorprendida.
– Oye, pues te hablaba para ver si podíamos ir a cenar mañana, claro si es que puedes.
– Eh… claro que si, sólo deja pongo en orden unas cosas y con gusto te hablo para confirmarte.
– Bueno, espero tu llamada.
– Esta bien mani, yo cuido a los niños, no te preocupes, solo dile a papá para que no se enoje –le dijo Marcela a Carmen quien ya en la casa le había contado.
– No creo que quiera, ya sabes cómo se comporta desde mi divorcio.
– Bueno dile que es una junta de trabajo, y te quedas allá y luego ya que pase lo que pase.
– Ay Marcela, bueno... te haré caso.
Carmen le habló a Emmanuel y confirmaron la cita para el día siguiente.
– Paso por ti.
– ¡No!, mejor nos vamos desde el trabajo, porque si voy a la casa, ocurre algo y después ya no podremos salir.
– Como quieras.
–Bueno Carmen, no sé como decírtelo, pero desde que te conocí he sentido una atracción hacia ti, la verdad me sorprendió cuando supe que estabas divorciada pero lo he pensado mejor y me gustaría que nos conociéramos más y poder comenzar una relación –dijo Emmanuel ya en la cena, se había mostrado y solo tres copas habían logrado que se armara de valor para lograr decirle a Carmen lo que sentía.
–Ay Emmanuel, me tomas por sorpresa, la verdad es que en estos momentos no estoy en busca de una relación, y no quisiera que me lo tomes a mal pero no me atraes.
– Pero aún así, puedo seguir cortejándote y ver si con el paso del tiempo logro que te enamores de mí.
– Pues creo no sería justo para ti, pero lo podemos intentar… digo, el conocernos más y el ir avanzando en esto.
– Está bien Carmen, haré que te enamores de mí –dijo Emmanuel y posó su mano encima de la de la joven quien tiernamente sonrió.
Pasaron las semanas, los meses y Emmanuel poco a poco logró que Carmen se enamorara de él, con detalles, la llamaba a diario a la oficina. Le hacía regalos que la incomodaban porque en la oficina ya comenzaban a notar que entre ellos había algo más que laboral. Al fin logró rendirse y entregarse de nuevo al amor, pero había un obstáculo, el papá, don Julio.
– Mani, como piensas hacerle con papá, bien sabes lo que opina de tu divorcio y cómo cambió desde aquello.
– No lo sé Marcela, la verdad es que me aterra el pensar que papá haga algo.
– Qué podría hacer, quitarte a los niños y correrte de la casa.
– ¡Cállate Marcela! – interrumpió doña Gertrudis.
– Qué, acaso miento, simplemente me adelanto a los hechos.
Y es que en verdad Carmen estaba preocupada por lo que llegara a pasar si don Julio se diera cuenta de la nueva relación que tenía. Pero a fin de cuentas se decidió afrontar a su padre.
– Pues me importa poco lo que pienses, ¡si decides continuar con esa relación, olvídate de los niños, ellos se quedarán conmigo!
– ¡Por favor papá, tú no te quedarás con mis hijos!, además está Aristeo, y él me apoyará en la decisión que tome.
– No estés muy segura, no creo que esté dispuesto a que alguien tome su lugar. Recuerda que él siempre ha visto y ha estado procurando a los niños.
– ¡No me importa papá!, yo hablaré con Aristeo y te juro que no dejaré que me quiten a mis hijos.
La discusión con su papá había sido muy fuerte, pero al fin había dicho lo que su corazón le estaba pidiendo, amaba a Emmanuel e iba a luchar por esta nueva oportunidad. Sin embargo, no era a la única persona con la que tendría que luchar por el amor de Emmanuel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario