sábado, 11 de agosto de 2012

Puerto Vallarta, México. Capítulo 17. ¿Regresar a casa?

Después de lo ocurrido ese día en la discoteca, y una vez que Carmen se dio cuenta de dónde se encontraba, llegó llorando a su habitación.
– ¿Dónde estabas? –preguntó Claudia, pero no recibió respuesta de su compañera, ésta sólo se metió al baño y se encerró –¡Carmen!
– ¡Déjame! –gritó la joven y abrió la llave de la ducha, comenzó a tallarse mientras lloraba amargamente; salió después de una hora, para entonces, Paola y Leticia ya estaban en la habitación ante el llamado de Claudia.
– ¿Qué te pasó Carmen? –preguntó Leticia.
– ¡Carmen, qué tienes, por qué tardaste tanto en el baño! –exclamó Paola.
– ¡NO ME PASA NADA!
– ¿Carmen dónde estabas, nos tenías preocupadas?
– ¡DÉJENME SOLA POR FAVOR, NO QUIEOR HABLAR!
– Está bien, te vamos a dejar sola, pero es importante que nos digas qué te paso –mencionó Leticia.
– Dejémosla –replicó Paola y las tres muchachas salieron de la habitación.

Carmen se recostó en la cama y lloró amargamente, las horas pasaron, las muchachas regresaron a la habitación y encontraron a la joven dormida.
– ¿Qué habrá pasado?
– No sé Leticia, pero por la forma en la que llegó y cómo no ha querido hablar con nosotros, me temo lo peor.
– ¿Qué quieres decir Leticia? –preguntó asustada Claudia. 
– Pues es que solo la vimos cuando salió con Javier, y de ahí ya no supimos nada, sólo que la habían traído, pero ya ven, llegamos y no estaba y ahora esto.
– Tenemos que ir a preguntarle a Yadira.
Las jóvenes salieron y fueron a la habitación de Yadira, donde también se encontraba alondra.
– ¿Qué quieren?
– ¡Quiero que me digas, quién era ese tal Javier! –dijo Paola y tomó del brazo a Yadira
– ¡Yo que sé!, era un amigo de los muchachos, pero ni yo lo conocía.
– ¡No nos mientas Yadira, tu bien sabes quién es!
– Ay basta, para qué quieren saber, además ya les dije que ¡No lo conozco!
– Mira Yadira, razona un poco, hoy llegó Carmen  llorando y no nos ha querido decir nada, y ayer a la última persona que vimos fue a Javier con ella.
– Pues lo ha de haber disfrutado, por favor, ay donde la ven de mosquita muerta, bien que le ha de gustar…
– ¡Cállate! –gritó Paola y estuvo a punto de cachetear a Yadira, sólo que la detuvo Claudia.
– ¡Atrévete chiquita, y a ver de a cómo nos toca!
– ¡Vámonos muchachas, no vamos a conseguir nada!, sólo espero que nos estés diciendo la verdad, porque si algo le pasó a Carmen y descubrimos que tuviste algo que ver, te vas a arrepentir toda tu vida.
– Ay ya, ya, ya, ahora fuera de mi habitación.

Las jóvenes salieron de la habitación y se dirigieron a la de Carmen, mientras Alondra se quedó platicando con Yadira.
– ¿Y si de verdad le pasó algo?
– Ay que le pudo haber pasado, además, yo le dije a Enrique que sólo le hicieran creer a la estúpida que fue violada, aunque… –Yadira quedó pensativa.
– ¡Háblale, háblale Yadira! –exclamó una angustiada alondra.
Yadira marcó a la habitación de Enrique, pero nadie contestó, marcó a la recepción y le fue notificado que los jóvenes ya se habían ido.
– ¡Se fueron, los muy infelices y no me dijeron nada! –dijo Yadira al colgar el teléfono.
– Y ahora, ¿Qué haremos?
– Nada, solo esperar regresar a Guanajuato para saber si pasó algo más.
– ¡Te dije que no era buena idea!
– ¡Cállate que me estás poniendo nerviosa!

– Carmen, despierta, ya es de noche –susurró Claudia en el oído de su amiga.
– ¿Qué hora es?
– Las ocho, acompáñanos a cenar.
– No, sólo quiero dormir –dijo Carmen, rodó sobre la cama y volvió a dormir.
– Carmen, por favor, despierta –le dijo Paola.
– ¿Qué hora es?
– Las nueve de la mañana, ya has dormido más de veinte horas, Te traje el desayuno.
– No, no quiero.
– Vamos, tienes que tomar bocado –Claudia tomó el tenedor y cogió un poco de fruta, se la dio a Carmen en la boca.
Terminó de desayunar y por fin se levantó de la cama, salió al balcón de la habitación y respiró profundo. Volvió adentro en dónde ya estaban sus amigas, Yadira y Alondra se habían mantenido al margen.
– ¿Cómo te sientes? –preguntó Leticia.
– Bien, aunque ya no puedo callar, necesito decirles que pasó hace dos noches.
– Carmen, no es necesario.
– ¡ME VIOLARON! –gritó Carmen ante las caras impávidas de las jóvenes amigas.
– ¡NO, Carmen, por favor no me digas eso! –exclamó Leticia.
– ¿Pero qué pasó?
– No lo sé, me sentí mareada, Javier me sacó y ya no recuerdo nada… –Carmen lloraba desconsolada mientras sus amigas también lloraban –amanecí en su cama.
– Pero… estás segura.
– Si.

Carmen lloró por espacio de una hora más, hasta que Leticia decidió que lo mejor era regresar a Guanajuato, aunque Carmen inmediatamente se negó.
– Es lo mejor, no podemos continuar aquí. Necesitamos encontrar a ese desgraciado, y no sé por qué me da la impresión que Yadira tuvo que ver en esto.
– No puedo regresar, ¡No puedo ver a mis papás!, ¡Qué dirán de mí!
– Tienes que afrontarlo, además no es tu culpa.
– ¡Si lo es!
– Carmen, tenemos que irnos –dijo en tono tajante Paola y tres horas después las jóvenes tomaban un autobús de regreso a casa.

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