lunes, 6 de agosto de 2012

Guanajuato; Puerto Vallarta, México. Capítulo 16. El origen

La razón por la que Carmen se había desmayado ante la presencia de aquel hombre era porque por un momento había recordado lo que años atrás, había pasado en su vida, cuando esta apenas comenzaba…

…Carmen era entonces una jovencita de dieciséis años, guapa, con una belleza y ternura muy por encima de las amigas con las que se juntaba.
–Y bueno… ¿Ya te dieron permiso tus papás? –preguntó Paola, una de las amigas.
– No, aún no, es que ya saben cómo es papá, dice que no me dejara ir sola a ese campamento.
– Ay pero no va a pasar nada, ya le dijiste que vamos todas – le dijo Yadira, otra de las supuestas amigas de la joven.
– Si, y por eso no se decide, dice que ustedes no son buenas influencias.
– Ay tu papá tan mala onda, es más deja voy a decirle que vamos a ir Paola y yo –contestó Claudia, la otra amiga.
– Bueno, vamos a la casa –respondió Carmen y las dos jovencitas se fueron a casa de los Rivera.
– Yo la verdad no sé porqué tanto alboroto con la princesa, si no quiere ir, que no vaya –dijo Yadira a Alondra una vez que se habían ido.
– Déjala Yadira, que bueno que sus papás se preocupen por ella.
– Ay sí, pero raya en lo ñoño… ¿o a poco no?
– Ya Alondra, déjenla, ustedes y sus cosas, es más deja las alcanzo, nos vemos después – contestó Paola con tono de fastidio y corrió en busca de las amigas.
– Alondra, tengo que contarte algo –menciono Yadira una vez que Paola se perdió entre la gente.
– ¿Qué?
– ¿Quieres saber porqué tanto interés en que la mosquita muerta de Carmen vaya a Puerto Vallarta?
– Si, ya sé que no te cae del todo, bueno a mí tampoco, pero la soporto porque nos ayuda con la tarea y esas cosas.
– En Puerto Vallarta le tengo preparada una sorpresa a la mustia.
– De que se trata
– Mira, una vez que lleguemos…

–Ándele señor, déjela ir con nosotros, mire, además va mi mamá y la hermana mayor de Paola, ellas nos cuidarán –decía Claudia a don Julio.
– No, porque pueden pasar muchas cosas y no me gusta que ande sola en quién sabe dónde.
– Pero no es quién sabe dónde, es en Puerto Vallarta, además, todos los días te voy a hablar por teléfono –rogaba Carmen a su padre.
– Está bien, está bien, lo voy a pensar –respondió don Julio con el afán de terminar la conversación.
– ¡Sí! –gritaron las chicas y Carmen se le abalanzó a su padre, sabía que al decir esto, era casi un hecho que viajaría a Puerto Vallarta de vacaciones.
– Cuanto amor, bueno ya, ¿se quedan a merendar muchachas? –interrumpió doña Gertrudis.
– Claro que si doñita, suponemos que hizo tamales.
– Supusieron bien, a ver si algún día nos vienen a ayudar con el puesto –en ese tiempo Gertrudis comenzaba con el negocio de ventas de tamales.
– ¡Usted namás díganos cuando venimos y le ayudamos!, ¿verdad Claudia?
– Este… si –dijo la amiga y todos se rieron ante la respuesta de la joven.

Pasaron los días, Carmen entusiasmada con el viaje a Puerto Vallarta mientras Yadira y Alondra orquestaban el plan para vengarse de la pobre muchachita.
– Bueno, pues ya estamos aquí –dijo Leticia, la hermana de Paola, ella iba de encargada de las muchachas.
– Es hermoso –dijo Paola.
– Si, aunque está haciendo calor –respondió Claudia.
– Pues no sé ustedes, yo me voy a mi cuarto, me pongo mi traje y directo al mar –comentó Yadira.
– ¿Tan pronto? –preguntó Carmen.
– ¡Niña, vinimos a divertirnos, no a estar encerradas en el hotel! –exclamó Yadira.
– Ya vámonos cada quien a su cuarto, Claudia y Carmen en uno, Paola y yo en el otro y alondra y Yadira en el tercero –dijo Leticia y cada pareja se fue a su habitación.
– ¿Vas a ir a la playa? –preguntó Claudia a su amiga.
– No, estoy un poco mareada, será por el viaje, voy a descansar un poco.
– Yo tampoco tengo ganas, estoy muerta, anoche no pude dormir.
– Bueno, vamos a descansar y ya en la cena a ver si vemos a las demás –dijo Carmen y las amigas se durmieron en sus respectivas camas. Pasó la tarde y se despertaron para ir a cenar, encontraron a Paola y Leticia ya en restaurante del hotel.
– Pensamos que se habían ido con Alondra y Yadira –mencionó Leticia.
– No, nos quedamos dormidas y hace un rato despertamos –contestó Carmen, pidieron de cenar y terminaron, casi no hablaron, por extraña razón, todas se sentían cansadas.
– ¿Quieren salir esta noche?
– No Paola, bueno, no sé tú Carmen.
– No Paola, muchas gracias, ¿ustedes si van a salir?
– Vamos a ir a dar una vuelta –dijo Leticia –acompáñenos.
– Bueno, si es solo una vuelta si, pensé que querían irse a una discoteca.
– Ay no, yo no voy a esos lugares –sentenció Leticia.
– Bueno, pues vamos a dar la dichosa vuelta –dijo Claudia y las amigas se alistaron para conocer la ciudad.

Era el día siguiente y las amigas se despertaron muy temprano, tenían mucha energía, por lo que desayunaron e inmediatamente se fueron a la alberca del hotel, ahí ya estaban Yadira y Alondra.
– Míralas, ¿dónde andaban perdidas?
– En nuestra habitación.
– No me digan que no salieron ayer, si el clima está delicioso –dijo Yadira quien estaba sentada en una silla tomando el sol.
– Estábamos un poco cansadas.
– Lo bueno es que hoy si decidieron broncearse.
– Hoy si –dijo Claudia y las cuatro amigas se sentaron a tomar el sol; de pronto se escuchó mucho alboroto en la alberca, y Carmen se quitó los lentes de sol que traía y menuda sorpresa se llevó al ver a sus amigos de la escuela ahí también.

– ¡Qué onda!, ¿qué andan haciendo acá? –preguntó Enrique.
– Andamos de vacaciones, ¿y ustedes? –respondió Yadira.
– También… ¡Qué casualidad!
– Ay pero que delicia –exclamó Alondra al ver como salían de la alberca Enrique, Darío, Alberto, Guadalupe y otro joven al cuál Carmen, nunca había visto, y sin embargo era el más guapo de todos.
– ¿Y cuántos días se van a quedar? –preguntó Darío.
– Unos cuatro días.
– Y qué les parece si hoy vamos a la playa, está muy bueno el ambiente –respondió Guadalupe.
– Sí, vamos Carmen –dijo Claudia.
– Si, vamos.

Las jóvenes se fueron con sus amigos de la escuela, a pesar de que Carmen iba viendo toda la playa, de vez en cuando volteaba hacía donde venía ese hombre misterioso, amigo de los muchachos.
– Por cierto, no nos han presentado a su amigo –dijo Yadira.
– Ah, es cierto, les presento a Javier –dijo Enrique y las muchachas lo saludaron.
– Hola –Javier miraba a Carmen con cierto grado de lujuria, aunque se comportó mesuradamente.
– Bueno, vamos a meternos al mar –mencionó Darío y todos se metieron al agua.

Las horas pasaron y los jóvenes se divertían en la playa. Javier jugaba con Carmen tirándola al mar. Yadira los miraba de lejos, asegurándose que su plan fuera a la perfección.
– ¿Qué van a hacer en la noche? –preguntó Alberto.
– Aún no lo sabemos –respondió Claudia.
– Vamos a ir a una discoteca, ¿ustedes no quieren ir?
– No, cómo crees, además somos menores de edad y no nos van a dejar entrar.
– Nombre no hay problema por eso, yo tengo contactos y verán como las dejan entrar.
– ¡Siendo así, ustedes nada más díganos a qué hora pasan por nosotras! –exclamó Alondra.
– Como a las ocho está bien.
– ¿Y Lety, qué le diremos a tu hermana? –preguntó Carmen.
– Ella también nos puede acompañar –respondió Enrique.
– Bueno, pues entonces nos vemos a las ocho, hasta luego chicos –dijo Yadira y besó sensualmente a los jóvenes.

Los planes de Yadira iban marchando puntualmente, después de decirle a Leticia que estaban invitadas a la discoteca, ella también aceptó ir, así que dieron las ocho de la noche y las chicas ya se encontraban en el lobby del hotel.
– ¡Que guapas! –mencionó Enrique al ver a las jóvenes.
– Nosotras siempre.
– Bueno, pues vámonos –dijo Alberto y todos se fueron a la discoteca.
Llegaron al lugar y pronto fueron ingresadas, comenzaron a bailar y a tomar, aunque las chicas solo estaban tomando refresco, debido a que nunca habían probado el alcohol. De pronto llegó Javier con una ronda de margaritas para todas, Leticia fue la primera en aceptarla, aunque Carmen no estaba muy segura.
– Ay Carmen, no seas mojigata, está deliciosa –le dijo Yadira.
– Bueno, pero sólo esta –Carmen tomó el trago y tosió al pasarlo por su garganta.
Después del primer trago fue fácil tomarse dos más, aunque Carmen comenzó a sentirse mareada.
– ¿Qué tienes Carmen? –preguntó Leticia.
– Nada, creo que ya se me subió la bebida.
– Vamos a tomar aire, para que se te pase –le dijo Javier y la sacó de la discoteca, de pronto Carmen perdió el conocimiento y no reaccionó hasta la mañana siguiente, al despertar, estaba en una recámara desconocida, ¡Y Javier dormía a su lado, desnudo, igual que ella!
– ¡AY DIOS MIO!
– ¡Qué te pasa reina! –dijo Javier y trató de acercársele, Carmen dio n salto de la cama.
– ¡QUÉ PASÓ, QUÉ ME HICISTE!
– Nada que no te gustara
– ¡NO!
– Mira niña estúpida, fuiste mía, qué creías, que te ibas a salir con la tuya, que no iba a disfrutarte –le dijo Javier y la tomó por la fuerza.
– ¡Suéltame! –gritó Carmen y tomó su ropa, estaba cubierta sólo con una sábana y salió corriendo de la habitación ante la sonrisa cínica de Javier.

No hay comentarios:

Publicar un comentario