Guanajuato, México. Capítulo 15. Los deseos cumplidos
Habían pasado los días desde que la matriarca de la casa había sido dada de alta y descansaba al lado de su familia, Carmen y Marcela seguían haciéndose cargo del local de tamales. Alejandro había cambiado mucho, se había vuelto más retraído, y aunque Carmen lo había notado, no había logrado que su hijo mayor le contara la verdad.
Natalia había olvidado su fiesta, si bien tenía una gran ilusión, ahora estaba preocupada por el cuidado de su abuela y el negocio familiar. Sus hermanos y su tío ya sabían lo que Gerardo estaba organizando, pero éste les había pedido que guardara el secreto, quería que todo fuera una sorpresa. Natalia por su parte intentaba mostrar su mejor cara, aunque por las noches lloraba en el silencio de su recámara, la cual compartía con Luciana.
– ¿Qué tienes hermana?
– Nada, ¿yo?
– Si, tienes los ojos rojos, como si hubieras llorado.
– Te digo que no tengo nada, es que estaba cansada y tengo sueño, debe ser eso.
– Aún estás triste porque no vas a tener fiesta verdad –dijo Luciana aunque ella ya sabía lo de Gerardo.
– A ti no te puedo mentir hermanita, claro que si, tenía ilusión por tener una fiesta.
– Mmm, a mi me gustaría que de pronto apareciera una hada madrina y tuvieras tu fiesta.
– Ay hermosa, esos son sólo cuentos.
– Nunca hay que dejar de soñar… oye, te puedo preguntar algo.
– Dime.
– ¿Qué traes con Gerardo?
– Qué traigo de qué –respondió Natalia e inmediatamente se sonrojó
– Pues es que de un tiempo para acá viene más a la casa, y lo he visto que se quedan platicando largo y tendido allá afuera.
– Es un amigo nada más, lo conozco desde el primer año de la secundaria, y nos llevamos bien.
– ¿Pero te gusta?
– Ja ja ja.
– Dime, ándale, te gusta verdad.
– Bueno, es simpático, y… si, si me gusta.
– ¡Lo sabía, lo sabía! –empezó a gritar Luciana mientras Natalia trataba de callarla.
– Cállate Any, no lo deben de saber.
– ¿Por qué?
– Porque yo no quiero pensar en eso, tengo otros sueños, quisiera estudiar… sabes, ya me fui a informar acerca de las becas que están dando por falta de recursos y ya metí la solicitud, y tener un novio ahorita me quitaría tiempo.
– Ah –dijo un poco decepcionada la hermana menor.
– Ya vamos a dormirnos, porque mañana tenemos trabajo que hacer –sentenció Natalia y las chicas se acostaron a dormir.
– Hola.
– Hola Dania, soy yo Ale
– Si güey ya sé que eres tú, ash.
– Ay cállate babosa, oye ¿no has visto o hablado con Natalia?
– No, desde que salimos de la escuela no la he visto, y como después me fui de vacaciones, no he hablado con ella.
– ¿No sabes lo que le pasó? –preguntó Alejandra
– No, qué le pasó, se accidentó.
– No, pero su abuela sufrió un paro cardiaco, ya ves que nos había dicho que no iba a tener fiesta de quince años, bueno, pues su familia se esforzó en realizarle una fiesta, pero pasó esto de su abuelita y tuvieron que gastar el dinero que ya tenían.
– Ay pobre, que mal… ay Ale, me siento mal.
– Si, pero que crees, me hablo Gerardo te acuerdas de él, Natalia nos lo presentó en una fiesta, era amigo de su tío Juan José.
– Ay si, está guapo… pero no como el papito de su tío Juan José, ese si es un mangazo… ¿y qué quería?
– Está haciéndole una fiesta sorpresa a Natalia y nos hablaba para invitarnos, ella no lo sabe.
– Ay qué lindo.
– Y estaba pensando en que podemos juntarnos para regalarle el pastel.
– ¡Me encanta la idea!
– Entonces voy para tu casa, arréglate para ir a ver los pasteles y encargarlo de una vez.
– Yo siempre estoy arreglada looser.
– Ash, ya ahorita paso por ti.
Las amigas de Natalia, la apreciaban mucho, la jovencita siempre se había portado bien, y también las quería mucho, por lo que las amigas también quisieron ayudar a Gerardo en la sorpresa de Natalia.
– ¡Hermano, ya está todo arreglado! –dijo Gerardo a Juan José una vez que contestó el teléfono.
– ¿De verdad?
– Si, ya está el salón, el pastel, todo, solo falta que ese día todo salga como lo hemos venido planeando.
– Aún no lo puedo creer, la sorpresa que se va a llevar, es como un sueño para ella.
– Tú solo encárgate que ese día esté contenta y ya sabes nuestro plan, va.
– Va.
Los días pasaron, Natalia casa día se iba haciendo a la idea de no tener fiesta de quince años, Carmen también se sentía culpable de no poder brindarle a su hija el deseo de tan bella ilusión. De cualquier manera, acudirían a la iglesia a dar gracias a Dios, Marcela le regaló el vestido azul que tanto quería, el día había llegado.
– Bueno mija’, pues a bañarse ya cambiarse, acuérdate que la misa es a las cinco.
– Si mamá
– Ay mi Natalia…
– Ya no diga nada güelita, usted también arréglese y cámbiese, o a poco no me va a acompañar.
– Claro que si mija’.
– Bueno ya, ya son las dos de la tarde y se les hará tarde, así que apúrense –dijo Juan José, para estas alturas, Marcela ya sabía de la fiesta sorpresa por lo que también hizo los vestidos de su hermana y de sus mamá así como el suyo.
– Tengan –Marcela les dio los vestidos.
– ¿Y esto mija?
– Un pequeño regalo, ya sé que no vamos a tener fiesta, pero al menos hay que ir elegantes.
– Ay Marcela, pero lo que te habrá costado.
– Agradézcanle a Pepe, él pago la tela y bueno, a mi no me es nada difícil coser. Pepe pasará por nosotras, así que apúrense…
– ¡Niños, ya se cambiaron! –gritó Carmen a sus demás vástagos, los cuales bajaron ya cambiados.
– ¿Y ese milagro?
– Pues ya nos cambiamos porque después…
– Eh… después nos andas apresurando –interrumpió Luciana y le tapó la boca a Romeo, quien estuvo a punto de delatarlos a todos.
Pasaron las horas y la familia Rivera acudió a misa de agradecimiento por las quince primaveras de la mayor de los hermanos Hernández, aunque sólo ella y Alejandro llevaban ese apellido, ya que los otros cuatro niños tenían el Chavarría como apelativo. Terminada la misa, Pepe subió en su automóvil a la quinceañera, a Carmen, Marcela y doña Gertrudis, mientras que los demás tomaron un taxi.
– ¡Qué bonita estuvo la misa!
– Si mamá, aunque es una lástima que ya tengamos que quitarnos los vestidos, y que tengamos que regresar a la casa.
– Pero quien ha dicho eso –interrumpió Pepe –yo las invito a cenar, los invito a todos.
– ¿Cómo crees Pepe?, ya suficiente has hecho por nosotros como para hacerte más molestias, además en la casa haremos una pequeña comida, mamá ya tiene la comida lista y claro que estás invitado.
– Gracias Carmen, pero insisto, es más, vamos a este salón –dijo Pepe y se estacionó frente al lugar donde iba a ser la fiesta.
– ¿Y aquí porqué? –le preguntó Carmen a Pepe.
– Mira many, el salón ya lo hicieron restaurante, a poco no lo sabías.
– ¿En verdad?
– Si mamá, ya vamos a entrar.
– Ay pero que va a decir la gente si nos ve entrar así vestidas.
– ¡Bah!, para lo que me importa, ¡Anden, bajen! –exclamó Marcela, y tanto la hermana como la mamá no tuvieron más remedio que descender del auto, detrás de ella lo hizo Natalia.
– ¿Dónde estarán los demás? –preguntó Carmen, hasta ese momento había notado que el taxi donde venía Juan José y los niños no estaba detrás de ellos.
– Ya deben de venir atrás, no se preocupen, ahora les marco y les digo dónde estamos –dijo Pepe para calmarlas.
Entraron al salón, pero todo estaba oscuro, de pronto las luces se encendieron y un estallido de aplausos, asustó la quinceañera y su familia, ¡En el salón estaban todas las vecinas y vecinos!, además de la gente que trabajaban con ellos en el local de tamales. Natalia se mostró muy sorprendida, pero no más que su madre y que su abuela. Natalia volteaba a todos lados tratando de entender lo que estaba ocurriendo. Solo asentía con la cabeza saludando a la gente. De pronto se acercó Gerardo y Juan José.
– ¡Muchas felicidades hija! –dijo Juan José.
– ¿¡Pero qué es esto!?
– Una sorpresa que orquestó Gerardo, sabía la ilusión que tenías por tu fiesta, así que se organizó con todo el mundo y todos quisieron apoyarlo dentro de sus posibilidades –respondió el tío.
– Pero… ¡Por qué no nos dijiste nada! –exclamó Carmen.
– Porque sabía que si les decíamos lo iban a delatar, así que mejor quisimos que fuera sorpresa.
– ¡Y todos ya lo sabían! –dijo doña Gertrudis quien se comenzó a tocar el pecho.
– Cálmate mamá, si ya lo sabíamos, pero no te exaltes, te hará daño.
– Ay hija, qué emoción.
– Muchas gracias Gerardo, no sé qué decirte –mencionó Natalia y lo abrazó fuertemente.
– Tus amigas te trajeron el pastel –dijo Antonio y en eso se acercaron Dania y Alejandra.
– ¡Muchas felicidades Natalia! –exclamaron las dos y abrazaron a la quinceañera.
– Bueno, pues a comenzar el baile –dijo Juan José, todos tomaron asiento y el tío llevó a la sobrina al centro de la pista y comenzaron a bailar el vals ante la cara llena de lágrimas de Carmen.
Tocó el turno del chambelán y Gerardo se acercó para bailar con la quinceañera, los dos se miraban fijamente a los ojos, en los de Natalia había enorme felicidad mientras que los de Gerardo la miraban con amor. La fiesta siguió, todos se divertían, todos estaban felices, en especial Natalia y Carmen. De pronto un hombre se acercó acompañado de Gerardo a la mesa de los Rivera.
– Señora, le quiero presentar a mi jefe, él también estuvo al pendiente de los preparativos, de hecho el coopero con la bebida –dijo el joven.
– Mucho gusto, Juan Chapoy –dijo el hombre y saludo a la mamá de la quinceañera.
– Mucho gusto –respondió Carmen al saludo y estrechó la mano de Juan, no sin antes tratar de recordar dónde había visto su cara antes. De pronto el recuerdo vino a su memoria, sus ojos se agrandaron y sólo alcanzó a exclamar «¡TÚ!» y cayó desmayada.
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