Mérida, Yucatán, Prólogo.
Nuestra historia comienza en una hacienda al norte de Yucatán, cerca de Mérida, tan escondida que solo por caballo se puede llegar, aunque la carretera pasa cerca de ahí. Es una haciendo muy bonita, perteneciente a una de las familias con más antigüedad de la zona, los Quintanilla Delgadillo, Don José Luis, hijo de españoles arraigados en la zona, construyó rápido la enorme hacienda, y se hizo de las tierras de sus vecinos, comprándolas a veces por las buenas, a veces por las malas, pero siempre pensando en que repartiría esas tierras entre sus tres hijos varones, ya que Dios no le había concedido la dicha de tener una hija mujer con su esposa.
Doña Raquel, madre de los tres vástagos, mujer piadosa y de buenos sentimientos, pero siempre a la sombra de don José Luis, aguantando las aventuras del hacendado. Era bien sabido en la región que el patrón tenía hijos regados, a los que “cariñosamente llamaba ahijados”. Siempre dándoles algunos centavos o repartiendo pequeñas chozas para que pudieran vivir “cómodamente” y él pudiera limpiar su conciencia.
Doña Raquel siempre soportó todo lo que don José Luis hacía a diestra y siniestra. Pero qué más podía hacer, educada a la antigua, sabía que no podía dejar a su marido ya que las reglas no lo permitían, y a dónde iría, si su familia vivía en Argentina y no la recibirían con los brazos abiertos al saber que abandonó a tan buen partido, así que no tuvo más remedio que seguir, además el cariño de sus hijos menguaba un poco el dolor que llevaba por dentro.
La niñez y juventud de nuestros tres protagonistas fue cómoda, llena de lujos, aunque cada uno fue tomando diferentes rumbos y sentimientos.
Aristeo era el hijo mayor, hombre de carácter, el vivo retrato de su padre, autoritario, testarudo, obstinado, aunque siempre con la firme intención que él sería el único dueño de la hacienda, aún a costa de sus hermanos, de una inteligencia que rayaba en lo maquiavélico, estaba dispuesto a lo que fuera por sacar a sus hermanos de la jugada y quedarse como dueño y señor de las tierras. Había terminado sus estudios en el extranjero, pero apenas terminados, su regreso fue inminente a la península.
Sin embargo era de buenos sentimientos, había dejado a su novia en el extranjero pero con la promesa que pronto iría por ella y la traería para casarse y disfrutar de todas las tierras.
Alberto, era el segundo hijo, dedicado a despilfarrar todo el dinero de su padre, también había ido a estudiar al extranjero pero sin buenos resultados, mujeriego y parrandero. Siempre en problemas con la gente de la hacienda ya que no perdía la oportunidad de hostigar y acosar a las hijas de los campesinos. Esa había sido una de las razones por la que lo habían enviado al extranjero, ya que uno de los campesinos al saber que su hija había sido atacada por Alberto, lo había confrontado y éste lo hirió gravemente, don José Luis y doña Raquel pronto se hicieron cargo del pobre hombre aunque los demás campesinos se mostraron molestos y para evitar una revuelta, decidieron mandarlo con Aristeo.
Manuel era un joven tímido, al ser el más pequeño de los tres siempre estaba a merced de las travesuras de sus hermanos, aunado a que siempre fue enfermizo. Doña Raquel había tenido dos embarazos no logrados antes del nacimiento del benjamín de la familia. Así que para cuando se embarazó, estuvo en cama hasta lograr reponerse, ya que no se sentía bien, por lo que Manuel nació con asma. Doña Raquel lo protegió que hizo que Manuelito, como de cariño le decía, fuera retraído.
Esta actitud le molestaba a don José Luis, no le gustaba que el niño llorara por todo y pronto comenzó a tratarlo con desdén, gesto que seguía Aristeo, sin embargo Alberto y doña Raquel siempre defendían al pequeño.
Los tres jóvenes ya eran unos hombres, Aristeo de treinta años, Alberto de veintiocho y Manuel de veintitrés. Don José Luis había muerto hacía tres años, dejando a cargo de la hacienda al hijo mayor, el cual para cuidar que sus hermanos no le quitaran el poder que su padre le había heredado, había movido rápidamente sus piezas. A Alberto lo hizo capataz de la hacienda y a Manuel a cargo de la administración de la procesadora de chile habanero que daba la hacienda y que ellos exportaban.
Doña Raquel a la muerte de su esposo se había recluido en su cuarto, poco salía, y estaba al cuidado de Blanca, la campechana ama de llaves, y de la vieja nana Francisca, dama de compañía en su juventud y después cuidadora de los pequeños.
Aristeo se había casado con Andrea, su novia de la universidad, y la había traído a vivir a la hacienda. Era una mujer de decisiones, de carácter fuerte, pero noble con su esposo y la familia de este, o al menos era lo que aparentaba, ya que por dentro escondía un gran secreto, que guardaba celosamente.
La vida de nuestros protagonistas transcurría sin más aspavientos que lo normal para ser unos hacendados de clase media alta. Pero todo estaría a punto de cambiar con los acontecimientos que correrían en los siguientes meses…