Guanajuato, México. Capítulo 22. La verdad.
– Nada, nada, este… –la llegada de Juan José llenó de desconcierto y sorpresa a Carmen.
– Una verdad de la cual me acabo de enterar y creo que es necesario que la sepas.
– ¡Cállate Juan!
– ¡Qué está pasando!
– Sobre la verdad de tu origen –al decir esto, Juan José quedó extrañado.
– ¡CÁLLATE JUAN! –gritó Carmen y salió corriendo de la casa de Juan, seguido de los dos hombres. Carmen llegó hasta su casa, entró corriendo gritándole a su mamá.
– ¿Qué pasa? –salió de la cocina la señora limpiándose las manos llenas de masa para tamales.
– ¡Mamá Juan, le contará la verdad, mamá, Juan José! –dijo jadeando Carmen.
– ¿De qué hablas hija, no te entiendo, qué dices?
– ¡Carmen, hermana, qué pasa! –llegó también Juan José quien venía siguiendo a su hermana mayor.
– Pasa que hay una verdad que debes saber –dijo Juan.
– ¡No, no por favor Juan, calla!
– Es cierto hijo, hay algo que debes saber –al oír esto, todos quedaron callados, al escuchar a doña Gertrudis hablar tan secamente.
– ¿Qué pasa mamá, qué es lo que sucede?
– No soy tu madre –al oír esto, Juan José abrió los ojos, y comenzó a negar con la cabeza, mientras Carmen se dejó caer sobre el sillón llorando, dejando a Juan absorto a lo que la matriarca había hecho.
– ¡Mientes mamá, cómo te atreves a decirme esto!
– Porque es la verdad, a pesar de lo que mi corazón me duele, ya no puedo callarlo, cuando era joven, tu mamá sufrió de un abuso de un hombre miserable, tu papá, quiero decir, Javier, decidió que te adoptaríamos como hijo natural.
– Pero… pero… –Juan José tenía los ojos arrasados en lágrimas, lo que había escuchado le partía el alma –¿Quién es mi mamá?
–Aquí está hijo, ella es tu mamá –respondió doña Gertrudis mientras tomaba del brazo a Carmen, quien a su vez se encontraba con la mirada al suelo, llorando.
– ¡No, no, NO!, ¡TÚ NO PUEDES SER MI MAMÁ!, ¡NO! –gritó Juan José y salió corriendo de la casa.
– ¡Juan José! –salió detrás Carmen, pero es eso se detuvo al ver que doña Gertrudis se derrumbaba en el sillón, la verdad la había hecho que se desmayara.
– ¡Señora, rápido, habla a una ambulancia! – dijo Juan mientras socorría a la matriarca.
En la sala del hospital, se encontraban Carmen, Juan, Marcela y Natalia, habían trasladado a doña Gertrudis de emergencia debido a que había sufrido otro paro cardiaco.
– Le voy a pedir Juan, que se retire, su presencia aquí no es bien recibida, no después del dolor tan grande que nos ha hecho pasar a toda la familia.
– Carmen, yo no quise provocar esto, simplemente pensé que era justo que Juan José se enterara de la verdad.
– Retírese por favor, y espero no volver a verlo –insistió Carmen a lo que Juan abandonó el hospital.
– ¿Dónde está?, Marcela, ¿dónde está mamá? –llegó al nosocomio Juan José.
– Está bien Juan José, mamá está siendo revisada, no te preocupes –respondió Marcela, Juan José no miraba a Carmen quien tenía los ojos llenos las lágrimas.
– Juan José, ¿podemos hablar? –se acercó Carmen al joven.
– Yo no tengo que hablar nada con usted señora.
– Juan José qué te pasa, deja que hable contigo.
– No, y si van a insistir es mejor que me vaya y después vea a mi mamá.
– Mira niñito –Marcela tomó del brazo a Juan José y se lo llevó a un lugar separado –vas a escuchar a Carmen y vas a entender el sacrificio que fue para ella dejarte en brazos de mamá.
Juan José accedió a la petición casi obligada de Marcela, y se fue con Carmen a platicar en los alrededores del hospital, se detuvieron en un café y Carmen comenzó a platicar todo lo que había ocurrido durante su adolescencia, el abuso y cómo tuvo que acatar las órdenes de don Julio.
– Entonces, tú no querías que naciera.
– No voy a negar que por mi mente pasó la idea de que yo no quería ese hijo, era producto de una violación, pero la sensación de que un ser estaba creciendo en mi me detuvo y claro que te quise tener.
– En todo esto, ¿qué tiene que ver Juan?, acaso él…
– No, cuando conocí a Juan si me sorprendió el parecido casi idéntico que tenía con aquél hombre, y al platicar con él, me di cuenta que era su hermano. Y en eso estábamos cuando llegaste.
– ¿Quiere decir que mi papá está muerto?
– ¿Cómo lo sabes?
– Juan me platicó de su vida y pues ahora deduzco todo.
– Y… ¿qué piensas?
– No es sencillo saber que toda tu vida ha sido una mentira, pero ahora que sé la verdad intentaré comprenderla, no te aseguró que cambie nuestra relación pero al menos ya no sentiré esa necesidad de saber por qué no me parezco a ustedes.
– Está bien, no te presionaré, y al menos ahora siento que un gran peso se me ha quitado de mi vida.
– Hum –Juan José suspiró –vamos a ver a mamá, bueno a mi abuela.
– No Juan José, ella seguirá siendo tu mamá, nuestra madre, le romperías el corazón si comienzas a llamarla abuela.
– Tienes razón.
Pasaron las semanas, doña Carmen se recuperó, Juan José aceptó una beca para estudiar en Monterrey, la cual aceptó y se fue a vivir a aquella ciudad.
Juan siguió visitando a Carmen, la cual poco a poco fue sintiendo algo por el mecánico y a los pocos años se casó con él.
Marcela se casó con Pepe, mientras que Natalia y Gerardo se hicieron novios, doña Gertrudis progresó en el negocio de tamales y comenzó a tener sucursales, por lo que Carmen los administraba.
FIN