viernes, 29 de junio de 2012

Lo que nos toco vivir

 

Guanajuato, México. Capítulo 1. Antecedentes.

– ¡Uf, que cansado ha sido este día, la verdad desde que cambiamos de local, nos está yendo mucho mejor verdad mamá! ­– comentó Carmen.
– Si mija, pero me siento muy cansada, estas piernas ya no me responden como antes.
– ¿Dónde se habrá metido Marcela?, como siempre, sólo buscando el momento para irse con Pepe, Romeo, anda ve a buscarla.
– Si mamá – respondió el más pequeño de los hijos y salió de la casa.
– A ver si le vas diciendo algo a mi hermana mamá, últimamente está descuidando mucho su trabajo, todo por andar con Pepe.
– Yo lo sé mija, pero que puedo hacer, además Pepe se ha portado muy bien con nosotros y se me hace feo decirle algo.
– Pues si mamá, yo lo sé, pero aún así.
– Ya, ya, estoy aquí, y al menos yo no soy la que ha tenido 6 hijos – llegó Marcela gritando.
–Cállate Marcela y respeta a tu hermana, bien sabes que no ha sido porque ella quisiera, así la ha tratado la vida.
– Si, pero nadie le dijo que abriera las piernas verdad.
– ¡Marcela! – gritó la mamá.

Carmen era una mujer de 35 años, la cual tenía un pasado turbio, una vida difícil desde joven. Ella tenía seis hijos  que había procreado con diferentes hombres en diferentes épocas, la razón de su vida eran esos pequeñitos (algunos ya adolescentes, siendo Nataly la mayor y el más pequeño Romeo). Actualmente vivía en la casona de su mamá junto con su hermana Marcela y con Juan José. Gertrudis la había acogido después de la muerte de Emmanuel, y lo único que podría ofrecerle era el trabajo de toda su vida, la venta de tamales en uno de los mercados de Guanajuato, los cuales contaban con cierta popularidad.

– ¡Ya llegué! Gritó Juan José a lo que Romeo salió corriendo y lo abrazó.
– ¡Tío! – Juan José correspondió al abrazo.
– Que bueno que ya llegaste mijo, ándale, siéntate a comer, Carmen hizo un mole que le quedó delicioso.
– No mamá, otra vez mole, ya estoy harto de mole, de tamales, además ya comí fuera.
– Pero mijo, es lo que tenemos y es lo que puedo darles.
– Si pero al menos algún día podríamos comer algo como comida más… como les diré… más nice.
– Juan José no ofendas a mamá de esa manera, bien sabes que con lo que sale de la venta de los tamales pagamos la casa, tus estudios y los de los niños.
–Lo sé y no lo digo por eso, sino que ya estoy aburrido de esta vida tan simple, necesito más aventura, además mira a tu alrededor el desorden, los niños hacen mucho desorden.
– Bueno, bueno, ya cada quién a lo suyo, si no quieres comer, no comas y se acabó –interrumpió Marcela. Juan José subió a su cuarto y los demás se dispusieron a comer.
– La verdad no sé por qué se comporta así mamá.
– ¿A quién saldría Carmen? – dijo Marcela a lo que Carmen volteó y le dirigió una mirada de enojo.
– Marcela, por favor hija, ya, vamos a comer a gusto.
– Ay mamá a veces no entiendo lo que dicen entre ustedes, hablan como si tuvieran un secreto –dijo Nataly y todas se miraron nerviosamente…

Y es que en realidad sí escondían un secreto, un secreto que habían jurado guardar muchos años atrás y que mantenían como prioridad. Carmen era una mujer de 35 años, aunque se le notaba más edad debido a lo arduo de su trabajo por lo que no le daba tiempo de ocuparse de sí misma. Tenía seis hijos, además de Juan José, Nataly, la mayor, después Alejandro, ellos de un mismo padre, Luciana, Marielva, Antonio y Romeo de otra relación. Gertrudis había acogido a la desdichada después de lo que pasó con Emmanuel y además porque necesitaba a alguien que le ayudara con la venta de tamales.

– ¿En qué piensas mija? ­–preguntó doña Gertrudis en la recamara de Carmen, ya habían terminado de comer y se encontraban descansando.
– No lo sé mamá, en la pobre vida que llevan mis hijos, todos ellos, sobre todo Nataly y Alejandro, cómo han sufrido los pobrecitos, tantos maltratos por parte de Emmanuel.
–Ya mija, lo bueno es que ya estás aquí con nosotros y nada les pasará, además la familia de Emmanuel ya no los puede perseguir, ya no tiene caso hablar de ello.
– A veces no sé porque la vida me ha tratado tan duramente mamá…

…Quince años atrás Carmen era una jovencita muy guapa, siempre sonriente, con muchos planes para su vida, aunque con un oscuro secreto que guardaba celosamente con su hermana, su hermano y su mamá, su papá había muerto dos años atrás, y le había pedido que solo cuando fuera necesario rebelara el secreto. Había sido la desdicha de la familia y sin embargo se mostraron fuertes y siguieron adelante con su vida.

Carmen tenía por entonces un novio llamado Aristeo, tres años mayor que ella, quien estaba a punto de terminar la carrera en administración de empresas. Sus papás llevaban una muy buena relación con él, a pesar de que se trataban poco, iba a su casa y ya tenían planes de boda.
– No crees que es muy pronto hija, apenas estas a mitad de la carrera, creo que es mejor que esperaras ­–le dijo su madre.
– Mamá yo lo amo, y sé que seré feliz con él, además él ya está a punto de terminar la carrera y tiene un buen trabajo.
– Esta bien hija, respetaré tu decisión.

Carmen y Aristeo se casaron diez meses después, aún con el recelo de doña Gertrudis, los primeros meses fueron de ensueño para Carmen, tenía un buen marido, vivían en una casa apartados de los padres de ambos, y ella estudiaba, pero todo cambiaría muy pronto.
– Carmen, hay algo que te tengo que decir.
– Dime amor, ¿qué pasa?
– Me ofrecen un trabajo en Monterrey, es una oportunidad única en una empresa multinacional –Carmen se asombró, era una muy buena oportunidad pero pronto se comenzó a hacer muchas preguntas, mismas que se las hizo saber a Aristeo.
– ¿Pero y mis estudios, y mi familia, y la tuya, la casa, todo por lo que hemos luchado?
– Lo sé, por eso quiero que lo decidamos como pareja, tal vez lo más conveniente es que me vaya yo solo.
– ¡Pero qué dices, nos acabamos de casar! –a Carmen le pareció aberrante la idea.
– Es solo una sugerencia Carmen, qué otra cosa podemos hacer, o acaso quieres dejar tus estudios y todo
– a mi me enseñaron que cuando uno se casa debe compartir los éxitos y los fracasos de la pareja, y si en estos momentos me pides que nos vayamos a Monterrey, eso haremos –dijo Carmen con una seguridad profunda, así había sido educada, por tanto iba a hacer lo que su marido le pidiera.

Un mes después la pareja viajaba a Monterrey.
– Ay mija te vamos a extrañar –dijo doña Gertrudis con lágrimas en los ojos.
– Yo lo sé mamá pero vendremos seguido a verlos, además ya está cerca navidad y pronto estaremos cenando en tu casa.
– Ve con Dios hija, y que les vaya bien, de maravilla en Monterrey.
– Gracias suegra, tan pronto lleguemos allá les llamamos.
La pareja subió al avión y el vuelo tomó rumbo y dirección.